Nuestro compañero Víctor, desde Monterrey, entrevista a la historiadora Adela Cedillo, experta en el fenómeno guerrillero mexicano, y que ultima en la actualidad una investigación sobre la intersección entre la “Guerra Sucia” y la guerra contra el narcotráfico en los años 70.
En los años 60 emerge en el Estado de Chihuahua el Grupo Popular Guerrillero que, en 1965, asalta el cuartel Madera inaugurando el ciclo moderno de la lucha armada; es un movimiento influido, indudablemente, por lo acontecido en Cuba unos años atrás, pero que tiene unas raíces profundas en las contradicciones sociales específicas del país, fundamentalmente en la no resolución de la cuestión agraria. Producto de la misma tensión, florece el cultivo de amapola, cuya demanda en Estados Unidos (hasta entonces, secundaria) aumenta exponencialmente. En la división internacional del trabajo, el afianzamiento del Estado mexicano como productor de drogas tiene su epicentro en el “cuadrilátero de oro” del Noroeste (Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Durango) así como en Guerrero, y son precisamente estos Estados donde tiene lugar una mayor actividad guerrillera; el Gobierno desarrolla y va perfeccionando la contrainsurgencia de manera simultánea en los dos frentes, el de la protesta social y la lucha guerrillera, y el del tráfico de drogas.
Frente a distorsiones mistificadoras del tipo Netflix, el narcotráfico constituye una de las bases del “Estado profundo” en México, de las relaciones clientelares desarrolladas por setenta años de gobierno del PRI. En la relación Estado-narcotráfico, la primacía la llevaba claramente el primero, y no al revés, y participar de los lucros del narcotráfico fue, en ocasiones, la recompensa para los responsables de la campaña contrainsurgente, de la “Guerra Sucia”.
El PRI se tomó totalmente en serio la amenaza guerrillera y optó por su exterminio sanguinario y sin contemplaciones, combinado con una muy bien trabajada imagen exterior que podía permitirse el lujo de acoger generosamente a militantes revolucionarios que escapaban del cerco de otros Estados latinoamericanos.
Tras el exterminio de la izquierda revolucionaria, la cooptación de la que sobrevivió, el asentamiento del neoliberalismo… el fenómeno del crimen organizado (tráfico de drogas, de personas, de órganos…) adquiere dimensiones colosales en el proceso de acumulación de Capital, en un fenómeno necropolítico que tiñe de sangre la vida cotidiana y que, a pesar del saldo de desánimo, despolitización y confusión que le acompaña, no deja de generar respuestas a sus dinámicas de muerte.
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