#25: De la autonomía al insurreccionalismo: Madrid

Radiamos la «ponencia» de la actividad que, bajo el título «De la autonomía al insurreccionalismo. Vivencias de un compañero de Madrid«, tuvo lugar el 9 de noviembre en el CSOA la Madreña de Uviéu. En ella se relata la experiencia del ponente en cuanto a la actividad de los colectivos de barrio y la Coordinadora Lucha Autónoma en el Madrid de los años 90, las luchas sectoriales (antifascismo, okupación, laboral, antipatriarcado, vecinal…), la radicalización de un sector de este mundo y la adopción de teorías «insurreccionalistas», los problemas internos del «área de la autonomía», el impacto del frustrado atraco en Córdoba llevado a cabo por cuatro anarquistas (1996), la confluencia con jóvenes provenientes del movimiento libertario, la cuestión de la organización informal, la lucha de los presos FIES…; autocrítica, valoraciones y perspectivas, en última instancia. Una entrevista con el mismo ponente se realizó en el programa «Libertad«. Octavilla del evento:

Durante los años noventa, en Madrid, grupos de gente mayoritariamente joven, se comenzaron a organizar en distintos barrios, institutos, facultades… formando colectivos que dieron lugar a asambleas semanales en distintos lugares (okupaciones propias o de barrios vecinos, algunos locales y bares); asambleas en las que, de forma horizontal, se decidían las acciones a realizar, los grupos de trabajo que se encargaban de determinadas dinámicas o las campañas por emprender cotidianamente. Este movimiento tenía como referente y aglutinador común la Coordinadora Lucha Autónoma.

Lucha Autónoma, asamblearia y horizontal, coordinaba las acciones y las campañas a nivel de Madrid, focalizándose en diversos frentes de lucha: la insumisión al servicio militar y a la Prestación Social Sustitutoria; el antifascismo, organizando la antaño tradicional manifestación del 20-N y campañas periódicas sobre el tema; la okupación; la lucha contra el patriarcado; las luchas laborales (campañas contra las ETTs, organización de las manifestaciones del Primero de Mayo, luchas en el Metro); y la contrainformación, funcionando tanto el boletín Molotov, que llegaba a muchos institutos, bares y locales, y servía de referente para estos grupos de jóvenes, como la agencia de contrainformación UPA, con un contestador en el que poder comunicar cualquier noticia dejando un mensaje para semanalmente renovar las noticias.

A partir de los años 94/95 se produce un crecimiento de este movimiento, aumentando los asistentes a manifestaciones y multiplicándose los colectivos de barrio y los jóvenes que militaban en ellos; el 13 de diciembre de 1995 se convoca una jornada de lucha por la libertad de los insumisos presos que termina con enfrentamientos con la policía en Malasaña; el 14 de mayo de 1996 otra manifestación, en protesta por la entrada en vigor del Nuevo Código Penal que criminaliza la okupación penándola con multa o cárcel, y contempla la entrada en prisión e inhabilitación para los insumisos, provoca disturbios por Malasaña y Chueca. Ambas convocatorias provienen de la Coordinadora y grupos afines.

Por otro lado, el 13 de diciembre de 1996 una manifestación contra los abusos policiales en el barrio de Malasaña acaba con fuertes enfrentamientos con la policía, incluyendo el lanzamiento de cócteles molotov. Asimismo, no eran infrecuentes los enfrentamientos a golpes con los miembros del Sindicato de Estudiantes y los tumultos en las manifestaciones estudiantiles. A su vez, el desalojo del Centro Social la Guindalera en 1997 provoca también incidentes y manifestaciones de protesta que llegan a reunir a cinco mil personas.

Es en este ambiente en el que se gestó el “camino insurreccional” y su punto de partida, al menos en Madrid, pues fueron algunos jóvenes en los barrios participantes en estas manifestaciones los que posteriormente adoptarían estas teorías, y sobre todo, a veces (más desafortunadamente) adoptaron su retórica mal interpretada, facilitando ellos mismos su individualización por parte de sus numerosos enemigos.

Estos jóvenes radicalizados provocaron con sus posturas y actos una fuerte tensión en ciertos sectores de la Coordinadora, que no querían ser arrastrados por lo que calificaron en principio de acciones vanguardistas. Posteriormente, pasarían sin reparos a condenarlas sumándose al frente antiterrorista.

Por otro lado, juntos pero no siempre revueltos, teníamos a los militantes del movimiento anarquista «clásico». Recuperándose aún de la derrota sufrida en la Transición, con la división entre «puristas» (CNT) y «reformistas» (CGT) coleando, y dentro de un ambiente de mitologización del 36 y burocratismo que llevaba a una pérdida de afiliados y, lo que es más grave, a una inacción palpable.

A todo esto, en diciembre de 1996, varios compañeros italianos intentan un atraco, frustrado y con dos policías muertos, en Córdoba. Las reacciones histéricas de la prensa y su fácil asociación al terrorismo anarquista hacen que un sector de la CNT, en un intento de no verse salpicado, no solo se desvincule de dichos compañeros (alguno de ellos con décadas de probada trayectoria política) sino que ponga en duda la misma intencionalidad política del acto y de sus ejecutores.

Pero otros sectores del anarcosindicalismo, y también del anarquismo juvenil (aquel que encontraba más incoherente la distancia existente entre la teoría y la práctica real del anarquismo ibérico de esos momentos) apoyan a los detenidos, dándose un debate dentro del movimiento que alcanza mucho más allá de la mera solidaridad antirrepresiva: cuestiones como el uso de la violencia, las formas de organizarse, la mirada crítica a la historia del anarquismo… saltan a la palestra junto al redescubrimiento de autores y posturas críticas con el anarquismo y el anarcosindicalismo consolidados.

Jóvenes de estos dos sectores (los provenientes de la autonomía madrileña en disolución y la gente más joven del entorno anarquista y anarcosindicalista clásico) son los que van a dar cuerpo al ámbito insurreccional, parte del movimiento anarquista presente en otros países (por caso, de Italia, de donde provienen sus principales teóricos) o momentos históricos (nihilistas rusos del s.XIX, terroristas individualistas en la Europa de fin de siglo, expropiadores de los grupos de afinidad en España e Hispanoamérica en los años 10 y 20, «gimnasia revolucionaria» previa a la Guerra Civil española…).

El uso de la violencia como posibilidad real en el aquí y el ahora, la crítica a la organización formal (partidos, sindicatos) y las posibilidades organizativas de los grupos informales de afinidad, la importancia de la vida cotidiana en el ámbito de la lucha política, el individualismo, la inevitable represión y las formas de hacerle frente… son cosas de las que hablaremos.

Un compañero que vivió todo ello nos dará una visión de primera mano (teórica, pero también vivencial) de todos estos años, que dieron un nuevo sesgo a los movimientos políticos radicales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

catorce − 6 =